chon i. extinción.


Escombros, sangre y polvo; rastros de gotelé sobre las mejillas de Chon. 

Esta mañana no hay lágrimas, no hay sábanas: Yace sobre un contenedor de obra a las afueras de un polígono industrial. 


“TranSerafín” enuncia el rótulo. Que al ser blanco sobre chapa azul, parece nube, presagio en el cielo. Sus muñecas también parecen anunciar algo, pues el entramado venoso de chon, es más caligráfico que nunca y configura una relato. 

No le cubre túnica o vestido, ni falda o camisón: ella es suspiro, es aliento, es recuerdo y extinción. El sol de domingo se clava sobre sus sus párpados, y Chon no sueña; contempla el anaranjado velo que un día evidenció su humanidad. 

Hace semanas que no duerme, que no sueña; le basta con respirar, con controlar el ritmo de su pecho, y no pensar.


La legaña sigue siendo legaña aunque una no duerma. Y el gotelé puede convertirse en lágrima si reposa en una ojera.


Cabalgan dos, tres camiones en el día del señor. Pero pronto marchan, pues no es tiempo de obrar, y Chon aprovecha para salir de su escondite. 

Purga sus ojos... comienza a caminar... Lo hace en línea recta, sin pasado ni presente.